Muchas son las resistencias y el tiempo transcurrido antes de llamar a un psicólog@, pero ¿por qué?
Cuando uno necesita ayuda médica, acude al doctor sin miedo y con una predisposición al cambio, con tal de eliminar la dolencia sufrida. Cuando nos encontramos en un ámbito desconocido, buscamos ayuda a través de diferentes plataformas o profesionales especializados para poder aprender con mayor rapidez y solventar todas las dificultades encontradas en el camino. Por ejemplo, si tenemos un problema legal, lo primero que haremos es pedir asesoramiento a un abogad@, normalmente buscaremos ayuda experta, y en rara ocasión, intentaremos solucionar de manera individual un problema en una disciplina desconocida. Entonces, ¿qué ocurre cuando uno tiene un problema emocional?, ¿por qué existen tantas resistencias al iniciar un tratamiento psicológico?
A lo largo de estos años he escuchado diferentes RAZONES PARA EVITAR BUSCAR AYUDA PSICOLÓGICA: “debería haber podido yo sól@”, “me daba miedo que te pareciera una tontería y que no me comprendieses”, “dudaba que sirviera”, “es muy caro”, “no tengo tiempo”, “me da pereza y vergüenza hablar a un desconocido de mis problemas”, “pensarían que estoy loco”, etc.
Yo me pregunto si estas justificaciones actúan de la misma manera a la hora de buscar un urólogo o un traumatólogo. Es decir, ¿la vergüenza, el poco tiempo disponible, el miedo a la incomprensión, etc., hace que paralices la ayuda aumentando tus dolencias antes de buscar un médico? Creo que podría retrasar en algún caso la petición, pero nunca hasta el punto de perpetuar una problemática durante años. ¿Entonces?, si estas cuestiones no explican completamente la dilatación en la toma de decisión, tendremos que pensar que hay OTROS FACTORES QUE ESTÁN INFLUYENDO:
1) Si nos paramos a reflexionar sobre los mensajes a nivel cultural, social y familiar que hemos recibido a lo largo de nuestra vida sobre la salud mental, las exigencias que parece que tenemos sobre éstas, el espacio y la visibilidad que se ha dado al poder “estar mal” sin ser “un loc@” y por último, el miedo a sentirse excluido de un grupo si uno no se ajusta a lo que se espera a nivel personal, social y/o familiar, estamos expuestos a la no inclusión.
2) Igualmente tendremos que ver los mensajes que se han divulgado sobre la psicología, por ejemplo “no es una ciencia”, “es para locos”, “es un sacacuartos”. A los ojos de nuestra sociedad no está bien visto ir al psicólogo, no se ha normalizado que uno pueda necesitar una ayuda emocional, un espacio de cuidado donde poder desarrollar nuestra salud mental. Más bien queda asociado a un mensaje de “estar loc@” y/o “no ser capaz”.
3) A lo largo de nuestra vida nos han enseñado que es importante cuidarnos a nivel físico, desarrollarnos a nivel laboral, familiar, y en algún momento del ciclo vital parece que la exigencia remplaza al cuidado, en mayor o menor medida, tenemos la necesidad de mostrarnos físicamente, laboralmente y familiarmente completos pero parece que el desarrollo personal individual y en las relaciones, el cómo uno está a lo largo de ese proceso vital, y las dificultades que puedan surgir, han quedado apartadas de nuestros objetivos de bienestar.
4) Por último, y no con menos peso, está lo “no conocido” y el poder que tiene a la hora de paralizarnos o retrasar una decisión. Cuando un@ comienza un trabajo o acude al médico, nos relacionamos desde el lugar de colega o paciente, en cualquier caso, prevalece el desconocimiento mutuo. Su mundo íntimo, sus relaciones y su historia, hasta ese momento, ha quedado al margen de sus intercambios habituales.
Nosotros nos mostramos desde donde nuestra biografía personal y relacional nos permite y hasta donde nos sentimos seguros. Por ello, comenzar una terapia que va más allá de lo sabido, expuesto o admitido, por un lado ilusiona, genera curiosidad, pero por otro, asusta.
La imaginación es capaz de aterrar más que la propia realidad. Por eso es tan importante DAR ESE PRIMER PASO QUE SUPONE ACUDIR AL PSICÓLOGO. Hay que superar las exigencias sociales/familiares, los miedos expuestos, y algo muy importante: adoptar una actitud comprometida al cambio para que la psicoterapia no sólo alivie los síntomas. Si un@ se deja llevar en un proceso de tratamiento a través de una vinculación sana, es cuando conseguirá superar ese desequilibrio que desestabiliza inicialmente, pero que permite desarrollar una forma diferente de mirarse y mirar a los demás, pudiendo enfrentarse al mundo desde un lugar menos ansiógeno y generador de sufrimiento.
Mª Peña Campos de España